«No será así entre vosotros»; este es el esquema de Dios, el del servicio. No basado en las envidias, en que soy más que tú, más importante que tú. Que nos divide como familias, iglesia y sociedad. Porque somos servidores. Y debemos evitar caer en la tentación de buscar el triunfalismo.
Es la tentación de aquellos dos hermanos, qué desean “los mejores puestos” desde la mentalidad mundana. Y eso provoca la envidia del resto de los apóstoles. Que peligrosa es esa envidia que nace de la búsqueda del poder, y no deja ver el gran tesoro que llevamos en vasijas de barro, que es Jesucristo, que nos ha enseñado que el verdadero poder, honor y gloria está en el servicio. En no tener miedo a coger el cáliz de cada día. Estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo Jesús.
El gran reto como Iglesia que peregrina en España, es ser capaces de vivir una fe que nos libera del miedo, que nos da esperanza. Una Iglesia que recuerda que: «La gloria de cada hombre y el destino de un país dependen del coraje de aquellos hombres y mujeres que desterrando la tristeza y cultivando la alegría se olvidan de sí mismos para pensar en el otro, en los otros y en Dios” (González de Cardedal).
Que el Señor nos conceda, a ejemplo de nuestro patrón, el don de desear ser ese tesoro de amor, de servicio, de fe, esperanza, de Buena Noticia de Dios allí donde estemos.