Tercera semana de Cuaresma, seguimos anclando el corazón en la esperanza. Y este domingo se nos invita a la conversión, desde esa esperanza que podemos cambiar. No hay que conformarse con no dar fruto como la higuera del evangelio. Y todo comienza, como Moisés, quitándonos las sandalias. Es decir, dejando todas las seguridades, para que Dios toque nuestro corazón. Para palpar el modo de Dios.
Y desde ahí descubrimos que tenemos que dejar de juzgar a los demás, lo que hacen. Porque una mirada de conversión, es una mirada de misericordia y de ternura. La misma que Dios tiene con nosotros, nosotros tenemos que tenerla con los demás.
Y así descubrimos la paciencia de Dios con cada uno de nosotros, como con la higuera, como viene Él a quitar las malas hierbas, a poner ese abono del amor, la dulzura, la misericordia, el entusiasmo, se compromete por nosotros, para que descubramos que estamos llamados a dar fruto. No pierde el entusiasmo de nuestra conversión. No perdamos la esperanza que la podemos conseguir con la ayuda de Dios, y pidamos esa paciencia y que nos dejemos curar, sanar por el Señor, para que así demos fruto a nuestro alrededor.