Somos bienaventurados y llamados a ser bienaventuranza de Dios para los demás. El Señor nos muestra cuál es la lógica de ser discípulo, es decir, lo que nos identifica como seguidores del Señor. Todo empieza, descubriendo quién tiene que ser el protagonista de nuestra vida: Jesucristo.
El discípulo de Jesús no encuentra su alegría en el dinero, en el poder, en la opinión de los demás u otros bienes materiales, sino en los dones que recibe cada día de Dios. E igual que los recibo los comparto, porque la pobreza va unida a la lógica de la gratuidad y de la humildad.
Cuando vienen las fatigas, las cruces, no perdemos la alegría, porque es una alegría que viene de Jesús. Esa alegría no habrá ninguna realidad que nos la pueda robar, porque la fuente no es el “éxito del mundo”, sino el éxito de un corazón tan lleno de Dios que solamente busca darse en cada circunstancia. Que escuchar y celebrar hoy esta eucaristía nos ayude a descubrir que el único camino que hay para llegar a Dios es el de las Bienaventuranzas.