La súplica de la mujer cananea es una catequesis para vivir la fe en toda circunstancia de nuestra vida.
1/ Ante la dificultad suplica a Dios. No se queda enrocada en el problema. Sabe que Dios está con ella, que le escucha. Es verdad que en un primer momento, parece no escuchar el Señor, este grito de dolor. Y viene el segundo momento de la fe, que es la ayuda de la oración de los demás.
2/ La intervención de los discípulos que interceden por ella. Nuestra misión es también interceder, con nuestra oración, nuestra cercanía, nuestro amor y misericordia. Que importante es orar por los demás. Cuando oramos por alguien lo ponemos en el centro de nuestro momento con Dios. Evita volvernos insensibles ante el dolor, que no nos acostumbremos, ni nos volvamos indiferentes ante quien camina a nuestro lado con sus cruces. En aquel momento los discípulos se volvieron cirineos de aquella mujer y es una catequesis para que también nosotros nos volvamos cirineos de los demás, para llevarlos al Señor. La importancia de la oración y de la cercanía.
3/ Esto nos lleva al tercer momento de la fe: la perseverancia. Esa fe perseverante que no se desanima: «Señor, socórreme.» Su insistencia en invocar la intervención de Cristo es para nosotros estímulo para no desanimarnos, para no desesperar cuando estamos desanimados por las duras pruebas de la vida. Así, con perseverancia y valor, cuando parece que es “inútil” de repente se abren los caminos que menos se esperan. Y Dios está en ellos.
Vamos a pedirle en este domingo al Señor esa fe, que suplica a Dios en la dificultad, una fe que intercede por los demás en la oración y en la caridad, evitando que se instale la indiferencia en nuestro corazón. Así con esa perseverancia y valor en medio de la oscuridad descubramos el camino que Dios siempre nos abre.