Vamos a empezar prestando atención al sembrador y a su modo de sembrar. Lo hace con una confianza sorprendente. Siembra de manera abundante. La semilla cae y cae por todas partes, incluso donde parece difícil que la semilla pueda germinar. Nunca se desalienta. Su siembra no será estéril. Esa actitud es fundamental, porque es descubrir como debemos salir cada día. Con esa generosidad y de forma espléndida a amar y dar la vida
Y desde ahí preguntarnos cuando no vemos fruto en nuestra vida o a nuestro alrededor que es lo que lo impiden:
Los pájaros: Es la distracción, un gran peligro de nuestro tiempo. Falta de silencio, de recogimiento.
Un terreno pedregoso, quedarme en lo superficial, no persevera, se cansa y no “despega” nunca. Es la pereza, funcionar por apetencias.
Las zarzas son los vicios que se pelean con Dios, que asfixian su presencia.
El objetivo es ser esa tierra buena. El modelo perfecto de esta tierra buena es la Virgen María, y más en el día del Monte Carmelo. Que dejemos cada día que florezca en nosotros la semilla de Dios de la alegría, la esperanza, el amor, para que después lo sembremos generosamente en lo cotidiano de nuestra vida.