«No temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo» (IV Domingo de Adviento)

Es el mensaje del ángel a José, en aquel sueño, cuando el miedo, el temor, la duda se instala en su corazón. Hoy se nos invita a pedirle a Dios el don de la acogida, al Dios-con-nosotros. Esa fe que acoge la voluntad de Dios, aunque en un primer momento le cueste entenderla, es capaz de confiar, de abandonarse en Él. Acoger a Dios en nuestra vida y en nuestro corazón: dejarle entrar en todos los rincones de nuestra vida, en todo nuestro existir. Acogerlo para que seamos nosotros esa vasija de Dios. Y eso nos ayudará a:

  • Acoger la realidad de nuestra vida; con una mirada contemplativa, es sabernos testigos de la acción de Dios en ella. A
  • Acoger a los hermanos;  la acogida se convierte en hospitalidad, en cercanía, en amistad y en encuentro, y nos invita a vivir y practicar la fraternidad.
  • Acogernos a nosotros mismos; es sabernos en las manos del alfarero que hace y rehace la misma vasija, porque llevamos un tesoro en nuestras pobres vasijas de barro.

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