El apóstol San Juan nos recuerda lo que cada uno de nosotros: hijos de Dios con todas las buenas consecuencias: somos plenificados, somos resucitados.
Desde ahí descubrimos a Cristo como Buen Pastor, que lo primero que hace es no huir cuando llegan als dificultades. Como un pastor verdadero, nos defiende siempre, nos salva en muchas situaciones difíciles, mediante la luz de su palabra y la fuerza de su presencia. Dándonos lo que necesitamos en cada momento.
Jesús conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, y está siempre preparado para cuidar de nosotros, para sanar las llagas de nuestros errores con la abundancia de su misericordia. Tenemos el reto de aprender a escuchar su voz en medio de tantos ruidos, entender todo lo que nos dice, para guiarnos por ese buen camino, para llevarnos a los verdaderos prados donde se experimenta el verdadero alimento.