Celebramos hoy el día de la Epifanía, día de la manifestación del Señor, que nos muestra su amor, su vida a toda la humanidad. En este día me gustaría resaltar dos actitudes que nos pueden ayudar a nuestra vida:
Los Magos vieron la estrella, es decir tienen los ojos fijos en el cielo. No viven mirando su ombligo, porque sino no podrían haber descubierto la estrella. Ellos levantan la cabeza. Si vivimos encerrados, si marchamos con la cabeza baja rehenes de nuestros fracasos y remordimientos, si estamos hambrientos de consumir, de compararnos unos con otros. Que importante es alzar la mirada: esa es la oración
Y una oración de adoración, “cayendo de rodillas lo adoraron”. Es importante es saber arrodillarse ante el Señor. Si sabemos arrodillarnos ante Jesús, venceremos la tentación de ir cada uno por su camino. Adorar es poner al Señor en el centro. Adorar es poner los planes de Dios antes que mi tiempo, que mis derechos, que mis espacios. Adorar es descubrir que para rezar basta con decir: «¡Señor mío y Dios mío!». Adorar es encontrarse con Jesús sin la lista de peticiones, pero con la única solicitud de estar con Él. Adorar es hacerse pequeño en presencia del Altísimo, descubrir ante Él que la grandeza de la vida no consiste en tener, sino en amar.