Se nos presentan dos modos de orar, que al final son dos modos de presentarse en la vida, porque la oración refleja nuestra vida y nuestra vida se refleja en la oración. Los dos hombres estaban en oración, pero qué oraciones tan distintas. Una hecha con presunción personal y la otra con humildad, con el corazón triste por haber fallado a Dios.
¿Quiere decir entonces que para hacer buena oración forzosamente debemos golpearnos el pecho y debamos hacer exámenes personales de autocrítica, rayando casi con un pesimismo? Dios no quiere eso, más bien nos pide que como niños nos acerquemos a su corazón reconociendo las cualidades que nos ha dado, pero también con la humildad necesaria para reconocer nuestras faltas.