El Señor en este domingo nos invita a coger la cruz. A no tener miedo. Que es lo que le ocurre a Pedro. Después de la confesión de fe, que escuchamos la semana pasada, hoy recibe ese reproche de pensar como los hombres y no como Dios. Todo es debido a la decisión de subir a Jerusalén, a dar la vida, a no huir. Es el miedo a sufrir, el miedo a equivocarse, cuántos miedos nos hacen huir.
Hay que pedirle al Señor, que nos seduzca, como dice el profeta Jeremías, para que rompa nuestras resistencias. Esas que hacen que la fe se quede en lo superficial, lo emocional, lo dulzón. Y no me lleve al compromiso, porque cuando nos dejamos seducir por el Señor es como ese fuego que arde por dentro, que nos lleva a mirar la cruz con los ojos de Dios.
Y así seremos capaces de coger la cruz, con confianza absoluta y total en que Dios está con nosotros. Y lo que necesitamos cada día es que esta Palabra, esta celebración, donde Dios sale a mi encuentro me seduzca cada día, para que rompiendo las resistencias que hay en mi corazón, no tenga el modo de pensar del mundo, sino el de Dios. Que es mirar la vida con esperanza, con deseo de darlo todo, de vaciarnos, de amar como Dios nos ama. De coger la cruz y seguir caminando como Dios lo hace.