Hoy las lecturas nos hablan de perdón y misericordia. Para poder vivir este don lo primero que necesitamos es pedirle al Señor: salir de uno mismo. Para aprender a vivir para Dios, para poder comprender el tema del perdón.
Seguramente cuando Pedro planteó la pregunta debió pensar que estaba siendo generoso, eso era todo lo que había que perdonar. La pregunta también nace de un cansancio ante una reiteración en el daño, en la herida. Un cansancio en la que sale la expresión: “ya no más”.
Ahí nace la respuesta del Señor el perdón es un regalo de Dios que ni se compra, ni se vende, sino que se regala. Un regalo que comienza en nuestro bautismo Dios nos ha perdonado, perdonándonos una deuda inmensa: el pecado original. Pero, aquella es la primera vez. Después, con una misericordia sin límites, Él nos perdona todos los pecados en cuanto mostramos incluso solo una pequeña señal de arrepentimiento. Dios es así: misericordioso.
Solamente una pequeña señal y se activa el río de la misericordia. Él nos ha concedido la gracia del perdón. El regalo de la misericordia, miremos esa cruz que nos mira, que nos abraza, no se aparta la mirada ni te niega ese abrazo. Si Él no lo hace, no lo hagas tú. Este es el regalo de Dios, hagamos de nuestra vida un regalo de la misericordia de Dios. No pongamos condiciones, no hagamos una presa de este río de misericordia.