Celebramos el día del Domund, acompañando al Señor que cura la ceguera de Bartimeo. Donde le dicen: «Ánimo, levántate, que te llama». Esta frase también la escuchamos nosotros. Una llamada que nace de una oración constante y perseverante. Porque a pesar de estar al borde del camino de no poder ver físicamente, el corazón desea ver. Y pide con insistencia.
Dios se para y le llama. Y soltando el manto, que era todo lo que tenía, dio un salto y se acercó a Jesús. Para dar ese salto es necesario soltar el manto. Porque para empezar a ver hay que ponerse en el camino de Dios, y dejar de lado todo aquello que no nos permite volver a ese camino (egoísmos, envidias, iras, enfados, …).
Y en ese momento, junto a Dios expresa su deseo: «Maestro, que pueda ver.» Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino a Jerusalén. Hoy el Señor nos hace la misma pregunta: ¿qué arde, qué hay en tu corazón?, ¿estás dispuesto a vivir este precioso camino de amor y de paz a Jerusalén?
No dejemos que nuestras cegueras sean las que primen. Las que impidan a otros ver, cuando mandaban callar a Bartimeo, sino que con un corazón curado por Dios, contemos lo que hemos visto y oído. Porque fue lo que hizo después Bartimeo, y es lo que en este día del Domund estamos llamados a hacer. Que con ánimo, soltemos los mantos, para incorporarnos al camino a Jerusalén, contando la alegría del amor de Dios a todos los que nos rodean.